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16/09/2024

¿Milei juntará los votos para aprobar el presupuesto? ¿O gobernará sin él?

Si bien se puede gobernar sin tener el proyecto de ley de presupuesto aprobado por el Congreso, su sanción tiene un propósito.

¿Milei juntará los votos para aprobar el presupuesto? ¿O gobernará sin él?

¿Es necesario tener aprobado el proyecto de ley de presupuesto que envía el Poder Ejecutivo al Poder Legislativo todos los años para gobernar? ¿Se puede gobernar sin tenerlo sancionado?

Si bien se puede gobernar sin tener el proyecto de ley de presupuesto aprobado por el Congreso, su sanción tiene el propósito de, por un lado, por parte del Ejecutivo, asegurarse la legitimidad, además de la legalidad de la ejecución de gastos en base a los ingresos previamente planificados y presentados al Legislativo para su sanción, y de parte de los legisladores, en representación del pueblo que les ha dado su mandato, aprobar o rechazar todo o algunas de sus partes, de modo de tener un cabal conocimiento y resguardo de que, en base al programa de política económica del gobierno en curso, se resguardarán el patrimonio y recursos que irán dirigidos a determinadas partidas establecidas en el mismo, con precisión en el cálculo financiero. Claro que también se deberá rendir cuentas sobre ingresos y erogaciones, que es lo que corresponde en la ejecución de asientos contables.

Hubo quienes debieron gobernar sin haber obtenido la sanción del proyecto de ley de presupuesto para implementar en el próximo período. Tal fue el caso de Cristina Kirchner en 2011, luego de que se acusara al entonces llamado Grupo A, compuesto por macristas, radicales, y afiliados a la Coalición Cívica y el Peronismo Federal, de “suicidio político”, por no haber brindado el quórum para tratarlo. Se repitió la escena en 2021 cuando, durante el gobierno de Alberto Fernández, la Cámara de Diputados, que es a la que le corresponde el ingreso del proyecto de ley, rechazó el proyecto para ordenar recursos y gastos en 2022, tras una sesión de más de 20 horas de debate.

Por lo expuesto anteriormente, concluyo que un presidente puede gobernar sin el presupuesto aprobado. Como poder puede. Pero eso no es lo ideal. Más bien, no es lo que constitucionalmente está previsto como orden institucional en el ámbito económico-financiero y político, ya que la determinación de la procedencia de los recursos por un lado, y la evaluación e implementación de su destino por el otro, entrelazan los ámbitos señalados, dándole más o menos importancia a unas u otras áreas del quehacer nacional, por lo que el presidente Javier Milei podría gobernar sin el proyecto de ley de presupuesto aprobado. Y, cuando no se tiene este indispensable instrumento, se hecha mano a otros, luego de la prórroga del que se encuentre vigente, como pueden ser los decretos para la reasignación de ingresos excedentes.

¿Milei estaría dispuesto a gobernar sin tenerlo? Si no tuviese otra posibilidad, desde ya que tendría que seguir gobernando sin él. Pero no contar con su aprobación, hasta hoy, como era concebida la política, no es lo apropiado. ¿Por qué? Porque siempre se tradujo este hecho como una falta de apoyo de la sociedad en su conjunto, representada por sus legisladores, y con ellos, desde una mirada más ascendente, de los gobernadores en su conjunto. En realidad se considera como una derrota política no tener aprobado el presupuesto, además de que sea visto como una falta de legitimidad, al no contar con una fórmula básica que justifique qué monto se está recaudando, de dónde se están obteniendo los recursos, y adónde se están dirigiendo, sobre todo cuando de necesidades básicas se trata. Sería también una mala señal para los mercados, que buscan señales de consenso parlamentario para tomar decisiones. El control o auditoría sobre su correcto empleo, también está en orden con lo sancionado. Cualquier desvío discrecional de partidas presupuestarias pondría en jaque la gestión gubernamental.

Volvamos al interrogante, ya que es una cuestión que el presidente y su entorno evalúan como probable. Lo están contemplando. Pero no sin antes buscar el apoyo necesario en el Congreso para tal fin. El presidente Milei sabe que debe negociar. Por más que no le agrade hasta debió hacerlo él mismo en oportunidad de que su veto corriera el riesgo de venirse abajo y su ideal, públicamente expuesto sobre el déficit cero con motivo del aumento de las jubilaciones, quedara, según su punto de vista, arrasado por la ley, cuyo proyecto fue propuesto por la oposición.

Difíciles serán las negociaciones que, en primera instancia mantendrán el Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y el Ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo con los gobernadores que, al no contar con propios, se consideran aliados, ya sea que pertenezcan al frente de Juntos por el Cambio, especialmente del PRO, o del peronismo no kirchnerista. Claro que su alianza depende exclusivamente de la oportunidad, no es incondicional. Esto significa que el ajuste adicional de US$60.000 millones que se les pide a las provincias, para llevar el gasto total a 25 puntos del PBI, sin permitirles aumentar impuestos, cuando ellas remiten a que cargaron con la mayor parte del mismo, colaborando a la obtención del equilibrio fiscal, no las suma al proyecto del Ejecutivo. Recortándoles el Ejecutivo recursos a cada uno de los distritos, como lo fueron los casos del Fondo del transporte, las transferencias discrecionales que venían teniendo hasta ahora, el fin que al FONID se le dio, el cual permitía financiar parte de los sueldos de los docentes, el aumento al impuesto PAÍS en 10 puntos porcentuales que no se coparticipó con las provincias, la obra pública suspendida, todos argumentos que serán expuestos en las reuniones presenciales y vía Zoom, ya adelantadas a otros interlocutores, como el presidente de la Cámara de Diputados, Martín Menem y el Ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, además de Francos, quien en su carácter de coordinador de gestiones ministeriales y vínculo con el presidente, será, una vez más, una pieza fundamental para ordenar las voluntades de gobernadores afines, y de los que no son tal, tampoco sumarán adhesiones.

Apelarán sobre todo al apoyo que el PRO les pueda brindar. Después de las conversaciones telefónicas y en forma presencial que el presidente Javier Milei mantuvo con el ex presidente y titular de dicho partido, Mauricio Macri, hubo un acercamiento, luego de un mayor entendimiento entre las partes. Pero la división interna del PRO entre los más cercanos al gobierno que responden a Patricia Bullrich y los que presentan planteos a la hora de analizar cada proyecto en particular que, si bien adhieren, cuestionan hasta llegar al rechazo de una propuesta inclusive, pone en situación de riesgo los votos de cada uno. Incluso hasta los más afines podrían mostrarse díscolos al tocárseles nuevamente el bolsillo. Tal el caso de otro Macri, Jorge, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien se sorprendió al no ver, en la partida correspondiente, los fondos que, por orden de la Corte Suprema de Justicia, deben ser enviados al distrito, o sea el 2,95% y no el 1,4% que es el que figura en el presupuesto enviado. Y un no de Macri podría arrastrar otros no de parte de aquellos a quienes instruyen la orientación de su voto. Además de las huestes del PRO deben reunir en sus arcas a los radicales más alejados del titular de la Unión Cívica Radical, Martín Lousteau, convencerlo a éste, a los del MID, los de Encuentro Federal de Miguel Ángel Pichetto, y peronistas que han elegido una vía diferente a la de los anteriores gobiernos kirchneristas, como el bloque Independencia que responde a Osvaldo Jaldo, por citar alguno. Los que lo apoyen seguirán recibiendo la denominación de “héroes”, tal como lo hicieron al sostener el veto presidencial a la ley de movilidad jubilatoria.

Hay que destacar la presencia de Javier Milei en el Congreso. Fue él mismo quien lo presentó, marcando un hecho inédito y valiente a la vez, ya que como economista ha estado en persona elaborándolo de acuerdo a su idea programática de gobierno, y bien lo puede defender en su carácter de tal. Él mismo también se ha sentado a negociar y, en última instancia también lo podría volver a hacer, porque, si bien no es lo que prefiere, ya le ha ido tomando el pulso y conoce cada vez más a los actores en cuestión. Además ama hablar de lo que más sabe, los temas económicos, y le encanta defender sus ideas al respecto en encendidos discursos tanto públicos como privados, y si hay mayor caudal de audiencia tanto mejor.

Las negociaciones tienen un tope, un límite ineludible, todos lo saben: “no tocar el déficit cero”. ¿Hasta dónde estarían dispuestos a ceder los que hasta ahora hicieron grandes esfuerzos para garantizarle al gobierno su cumplimiento? Y el gobierno, ¿hasta dónde estaría dispuesto a ceder? Por ahora no hará nada que pueda perturbar su premisa inicial que derivó en la elaboración de dicho presupuesto, ni el tema del déficit fiscal, ni el de una inflación interanual del 18,3%, un crecimiento del PBI del 5% y un dólar a $1.207 en diciembre del año próximo. Pero el gobierno aclara que está dispuesto a dialogar.

¿Y si el diálogo vía negociaciones no alcanza? ¿Qué tiene pensado hacer el gobierno? Porque, como expresé anteriormente, está en el radar de Milei y su gabinete que, a través de sus ministerios ejecuta las partidas presupuestarias, que se le planten y lo rechacen, o que no alcance el número suficiente de votos para su sanción, ya que no cuenta con gobernadores propios, y sus legisladores suman un magro número, necesitando de aliados que, no por serlo, gozan de la incondicionalidad pretendida, como ya lo comprobó. Milei irá por la senda política que más le conviene, la de dividir a los legisladores del Congreso entre quienes quieren el cambio, el verdadero cambio, y los que quieren continuar por el mismo camino de siempre que desde hace muchos años, nos han sumergido en la situación actual. A la división entre “héroes”y “ratas miserables” le intentaría sacar rédito político, sobre todo en aras de las próximas elecciones legislativas, a las cuales se apunta para engrosar filas partidarias propias, cambiando la actual composición del Congreso.

Para los legisladores en ejercicio de sus funciones es toda una encrucijada. Quedar envueltos en semejante división no es gratuita en el contexto imperante y de acuerdo con los resultados de las encuestas vigentes en cuanto a inclinación de votos y aceptación del programa económico del gobierno. La temporalidad y sentido de la oportunidad muchas veces marcan el rumbo a seguir. Pero también responden a gobernadores, y éstos a la ciudadanía que los votó, y ésta a la paciencia y posibilidad de seguir sosteniendo en el tiempo un ajuste tan severo.

Poniendo a gobernadores y legisladores entre la espada y la pared, el gobierno seguirá manteniendo las riendas de la negociación. “Ustedes deben decidir si quieren estar en la esquina de las ratas miserables que apostaron contra el país y contra su gente”, espetó Milei a los legisladores presentes en el Congreso en oportunidad de la presentación del proyecto de ley de presupuesto 2025, con visibles ausencias de opositores que responden a Unión por la Patria. El rédito político también lo podría extraer de implementar aquello que tiene previsto, de correr suerte desfavorable la sanción de su ley. Los decretos que en cuotas tenderían a resolver lo que el presupuesto por falta de aprobación no puede, también tendría un enfoque divisorio que intentaría utilizar para el año que viene. De todos modos, este año gobernó sin presupuesto, se dice en voz baja y alta el presidente, y podría hacerlo por otro más. De nuevo, otro caso inédito marcaría parte de su historia. Y lo usaría a su favor todo lo que pueda.

Por María Belén Aramburu

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