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25/06/2024

El aberrante delito que roba la infancia a Loan y a tantos otros Loan

Hasta el momento son seis los detenidos con prisión preventiva y hay muchas preguntas sin responder.

El aberrante delito que roba la infancia a Loan y a tantos otros Loan

Se sospecha de un delito aberrante, que para una mente común, lógica y de corazón amoroso, es absolutamente impensable e incomprensible. La hipótesis sobre la desaparición del pequeño Loan Danilo Peña de apenas cinco años de edad, dio paso, a través del transcurso de la investigación, a la sospecha de secuestro con fines de explotación. El delito de trata de personas sale nuevamente a la luz y cambia la carátula de “abandono de persona”, ya que se determinó por las pruebas y testimonios en curso que el niño no se perdió, por la de “captación de personas con fines de explotación agravada por ser la víctima menor de 18 años”.

Hasta el momento son seis los detenidos con prisión preventiva. El ex capitán de navío de la Armada Argentina, Carlos Guido Pérez y su pareja, María Victoria Caillava, funcionaria municipal de 9 de Julio, procesados por el delito que ahora es carátula de la causa, como coautores materiales. En carácter de partícipes primarios están acusados el tío de Loan, Bernardino Antonio Benítez y una pareja amiga de éste, Mónica del Carmen Millapi y Oscar, apodado “Fierrito”, Ramírez. A éstos se suma el comisario Walter Adrián Maciel imputado por “encubrimiento por favorecimiento real calificado por la gravedad del delito precedente y la calidad de funcionario público del autor”. Todas las personas que participaron del almuerzo donde estuvo el pequeño Loan están sospechadas del aberrante delito. Y otras que no estuvieron también.
 
Hay muchas preguntas sin responder. Pruebas que se suponen han sido plantadas como una zapatilla encontrada en el barro sin rastros de que Loan hubiese estado allí, un comisario que “aprieta” según denuncian los vecinos, para que éstos no asistan a las marchas para esclarecer el hecho, contradicciones encontradas en los testimonios de los asistentes al almuerzo, sobre todo en las que brindaron a los medios de comunicación, la inverosimilitud en la premisa inicial de que el niño se hubiese perdido, incluso en que hubiesen ido tan lejos de la casa por naranjas que ni siquiera había, cuando sí podrían haberse buscado en naranjales próximos adonde estaban comiendo, un pequeño que no grita pidiendo ayuda si se hubiese efectivamente perdido, canes adiestrados que dan cuenta de que Loan estuvo en dos vehículos pertenecientes a la pareja procesada como coautora material, un comisario, Maciel, denunciado por problemas de conducta hacia el interior de la fuerza a la que pertenece, con declaraciones manifiestas del personal a su cargo de malos tratos verbales y psicológicos, la captura de varias fotos de Loan tomadas durante dicho encuentro mediante los teléfonos celulares que se encontraban dispuestos en la mesa por personas que apenas se conocían algunas entre sí o nunca se habían visto, con la sospecha de que luego serían enviadas para “ofrecer” al niño como si de una “mercadería” se tratase, mensajes y entrecruzamiento de llamadas telefónicas a ser peritadas, y mucho más.
 
¿Miles de fotos de Loan distribuidas por doquier en territorio nacional y extranjero y aún nadie sabe nada de él? La tardanza en algunas sospechas y detenciones, en alzarse con pruebas para una acusación de un delito gravísimo, puso la causa en la órbita de la justicia federal. En consecuencia se activó el alerta amarilla para emprender una búsqueda tanto nacional como internacional a través de Interpol, por la probabilidad de que haya sido llevado al vecino país de Paraguay a través de las conocidas débiles y laxas fronteras sin control, aunque por el momento, Juan Fretes, subcomisario enlace de Interpol Paraguay, aseguró que fueron descartadas las dos pistas sobre avistamiento de Loan en ese país. La justicia federal tiene ahora la ardua y difícil tarea de dar con Loan y una organización de trata de personas.
 
El aberrante delito de la trata de personas consiste en darlos en adopción, obviamente por la vía ilegal, para traficar sus órganos, o para la pedofilia. Estas redes tienen un circuito armado, tras el cual el poder siempre tiene un papel preponderante, ya sea por acción u omisión, o por ambos a la vez. Aclarar que la fuerza policial a la que pertenece uno de los acusados debe ser desplazada en la investigación para dar lugar a otras fuerzas, me parece incluso una obviedad a señalar. Llegar al núcleo de este tipo de organizaciones es complejo, ya que gozan del amparo del poder político, judicial y o policial y de fuerzas de seguridad. De lo contrario, no podrían moverse con semejante impunidad. Empieza por el eslabón más vulnerable de la víctima, en este caso un niño, seguido por el de los adultos que traman el secuestro y lo llevan a cabo o contratan a otros para que lo hagan, el de la entrega y su consecuente cobro por este abominable acto, encontrándose ya en manos de quienes utilizaron a un niño como un objeto, para el propósito por el que haya sido elegido para tal fin. La cosificación del ser humano en toda esta cadena del delito abruma con solo pensarla y hacerse una representación sobre ella. Estos delincuentes merecen cumplir la pena que les corresponde. 
 
Recuerdo el caso del asesinato de María Soledad Morales, ya que, lamentablemente, fue uno de los temas eje, durante un programa de TV que conducía en ese entonces. Fue en el año 1990 cuando fue asesinada a los diecisiete años de edad en la ciudad de Catamarca. Luis Tula, su supuesto novio, fue acusado de entregarla a hijos de funcionarios, de hombres del poder. Ellos eran Guillermo Luque, hijo de un diputado, Pablo y Diego Jalil, sobrinos del intendente, Arnoldito Saadi, primo del gobernador Ramón Saadi y Miguel Ferreyra, hijo del Jefe de Policía. En el marco de una fiesta la drogaron con cocaína y abusaron sexualmente de ella. Era una estudiante dedicada, de quinto año del secundario, a quien le hubiese gustado ser maestra jardinera. Hubiese podido cumplir este sueño y tantos otros de no haber sido asesinada. Hasta debió ser intervenida la provincia por el presidente en ese momento, Carlos Menem. Ocho años después, en 1998, solo dos personas fueron condenadas por “violación seguida de muerte agravada por el uso de estupefacientes”. Guillermo Luque, a 21 años de prisión y Luis Tula a nueve años. Lo escribo y me estremezco de solo recordar lo que centró la atención de los medios de comunicación a principios de los 90. 
 
Así como este caso fue emblemático para demostrar la impunidad con que se manejan algunos poderosos y parientes del poder, que por transición comparten tanto el poder como la impunidad, también sirvió para detectar la procedencia de grupos enquistados que hacen lo que quieren porque creen y saben que pueden hacerlo sin tener represalia alguna. Pero tanto como lo son en algunos de los eslabones que detallé anteriormente para permitir que exista un delito tan aberrante como lo es la trata de personas, y es por lo cual traigo a colación este caso en particular, que sacudió la historia criminal de nuestro país en los 90 y dejó una marca para siempre, pueden serlo para contribuir al esclarecimiento en la causa que se investiga por la captación de personas con fines de explotación que hoy involucra a Loan, como de tantos otros casos, para llegar al hueso, a la organización misma que, bajo el ala del poder, lleva a cabo estas atrocidades.
 
Se le roba la infancia a un niño de muchas maneras. Porque un niño necesita sentirse seguro con el amor que se le brinda y, desde ya, con la manutención que le es indispensable para su supervivencia. El cuidado de un niño lo pone a resguardo de peligros que no debiese padecer. Porque es vulnerable. Es pequeño y dependiente. Se lo ayuda, en el marco de esa seguridad que se le brinda de pequeño, a crecer para alcanzar su independencia, cada vez mayor, a medida que va cumpliendo años y transitando por diversas etapas de su vida. O así debiese ser. Se le roba la infancia a un niño cuando se lo maltrata, psicológica y/o físicamente. Se le roba la infancia cuando no se le permite ser lo que es. Un niño. Se le roba la infancia cuando es sometido a vejámenes y a delitos que solo los perversos y malvados pueden cometer. 
 
De sobrevivir a una situación dolorosa y de mucho sufrimiento, la herida permanecerá por siempre. Algunos podrán superarla y hasta transmutarla. Otros no. Pero se les habrá robado una parte de su vida. Su infancia, esa infancia que debe ser vivida con alegría, felicidad, cuidado, amorosidad, juego, diversión, sueños. Porque los niños recuerdan con mayor facilidad quiénes realmente son. Van creciendo e impregnándose de una determinada cultura, con su lenguaje y hábitos propios, para agrandar el círculo y tomar los que son colectivos y trascienden su ámbito familiar más próximo. Pero cuando un niño carece de lo más imprescindible para su supervivencia, desde el amor hasta lo que necesita para comer y ser saludable, no tiene infancia. Si lo multiplicamos por la cantidad de niños que no la tienen, son muchos para una sociedad y, extendiéndonos, para el mundo en el que vivimos. Sin ellos no somos una sociedad íntegra, porque son ellos los adultos del mañana que construirán, en base a un ideal forjado por sus múltiples vivencias, un futuro de bienestar, o todo lo contrario.
 
Cuidemos a los niños. Protejamos su infancia. No paremos hasta encontrar a Loan. Porque cuando uno se hace las miles de preguntas que rondan nuestras cabezas pensando en este niño de cinco años, solo desea tener una respuesta: verlo entre los brazos de quienes lo aman.

María Belén Aramburu

 

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