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20/05/2024

¿Pueden las relaciones diplomáticas y las comerciales ir por vías diferentes?

¿El rigor diplomático que se exige en las relaciones bilaterales y multilaterales se ha perdido? Sin dudas que las formas hacen al fondo.

¿Pueden las relaciones diplomáticas y las comerciales ir por vías diferentes?

Hace tiempo que estoy pensando en este tema que considero tiene muchísima importancia para nuestro país en lo que respecta a las relaciones con otros países, sobre todo cuando se pregona y declama el libre comercio y la intención de entablar y profundizar estos lazos.

En los últimos tiempos he advertido, al igual que muchos otros, que el rigor diplomático que se exige en las relaciones bilaterales y multilaterales se ha perdido. Los improperios lanzados por uno contra otro, como titulares del Poder Ejecutivo, ya sea desde la titularidad del cargo que ejercen y a título personal y/o partidario como a su vez de parte de algún miembro de su gabinete contra el primer mandatario nacional de otro, parecen ser parte corriente de la comunicación, o más bien la falta de ella, entre nuestro presidente y los líderes de los varios estados con los que debemos entablar relaciones y viceversa.

Creo que las formas hacen al fondo. No se puede decir lo que se quiere sin filtro alguno creyendo que no traerá consecuencia alguna. Hay maneras diplomáticas para decir lo que se pretende sea escuchado, comprendido y bien recibido, de modo de obtener un feedback acorde con dicha pretensión. Así como sucede en las relaciones interpersonales, más aún debiese ser implementado en las interestatales, sobre todo cuando es un presidente de quien emana el mensaje.

Los improperios provienen de un lado y del otro, escalando en violencia en el intercambio verbal, ya sea expresado a través de la voz o por escrito en las comúnmente utilizadas redes sociales. Sea de una manera u otra llega un momento en que las aclaraciones deben ser realizadas, las retractaciones también, e incluso las disculpas si alguno cediese en la interpretación que se han dado a sus palabras de acuerdo al contexto de concepto y forma de su emisión. Sea que quien lo emitió debe bajar el tono de sus declaraciones, o quien reaccionó a ellas, los dichos quedaron flotando en el aire, la mayor parte de las veces sin haber podido ser subsanadas adecuadamente, tras lo cual luego se pretende sentarse a negociar y/o cerrar alguna negociación, como si nada hubiese pasado. Pero pasó, y en algunos casos más graves que en otros. Y, si así quedasen, sin ningún intento ni intención de reparación, el quiebre de esas relaciones supeditará los vínculos bajo todo concepto.

Las relaciones diplomáticas incluyen las de prestar servicios a los sectores públicos y privados a los propósitos de facilitar encuentros prósperos y fructíferos entre los países, con la finalidad de establecer claramente qué tiene para ofrecer cada uno, y la contrapartida de la demanda que puede quedar equilibrada o desbalanceada de acuerdo con los recursos de uno y otro país, sector y/o empresa, distinto en un período que en el otro, por lo que la función de nuestra representación en el exterior y de las extranjeras en el nuestro, deben estar atentas a la provisión de la información necesaria para, entre otras cuestiones, como lo son las concernientes a las políticas, se fomente el comercio entre estados por esta vía, facilitando a su vez el de los privados.

Los tratados entre los países, y los de las organizaciones multilaterales con propósitos comerciales, entre otros, ya sean regionales o más extendidos aún en su territorialidad, marcados por fines comunes que atañen al comercio, han trazado y expuesto explícitamente sus bases en orden a fomentar y alcanzar estos objetivos. Refieren a regulaciones tributarias, fitosanitarias, legales, etc de modo de reglamentar el intercambio comercial. Tienen pautas claras que configuran un marco de entendimiento mutuo en el cual relacionarse y negociar, para materializar sus objetivos.

Por ello, las cuestiones ideológicas no deberían influenciar las relaciones comerciales, permaneciendo ajenas a estas cuestiones, salvo de tratarse de sanciones impuestas a terceros por situaciones de gravedad, que son contempladas por el orden jurídico internacional. Pero no siendo este el tema a analizar en esta editorial de @Haceinstantes, es menester enfatizar en que las relaciones diplomáticas y comerciales van de la mano, más allá de cualquier diferencia ideológica, permitiendo el lógico funcionamiento del sistema internacional, en los órdenes que se han ido planteando a lo largo de la historia, con Estados líderes tradicionales que han permanecido, y otros nuevos que se han establecido, incluso como gigantes del comercio.

Desde ya que existe un alineamiento ideológico entre jefes de Estado, partidos políticos afines de distintos Estados, y hasta intraregionales, que pueden llegar a conformar, o no, agrupaciones que se extiendan más allá de las fronteras nacionales, comprometiéndose a colaborar explícitamente para ayudarse en cualquier contexto que se considere una amenaza, aún implícita, en la consecución de los valores ligados a la ideología imperante de la estructura de la agrupación. Esto por supuesto que no implica que cada uno de esos Estados mantenga o establezca vínculos comerciales con otros países cuya ideología no comparte, o con organizaciones multilaterales que les reporte un beneficio de esta naturaleza. Al fin y al cabo, cada uno de estos Estados tiene un gobierno que representa a la mayoría, que por otra parte no predomina en el tiempo, sino que, a su vez, es sometida a la alternancia de partidos políticos que se alcen en el poder, que a su vez dependen de las elecciones mayoritarias de sus pueblos. Son los gobiernos de cada país los que establecen las relaciones diplomáticas eligiendo a sus representantes que ejercen sus funciones en el exterior, y definen sus relaciones comerciales.

Aquí llegamos al punto del significado de la política exterior que todo país, a través de su gobierno, marca como distintiva, y aquí sí, condiciona los vínculos más estrechos o distantes con sus pares del Ejecutivo y de los titulares de los Ministerios de Relaciones Exteriores. Esto concierne al mundo de la política, que, salvo casos extremos de gravedad u amenaza, un riesgo actual o potencial, como señalé anteriormente, no debiesen interferir en las cuestiones comerciales.

Como las relaciones políticas, diplomáticas y comerciales se entrelazan permanentemente, sin poder hacer muchas veces un discernimiento claro en un caso u otro, dependiendo de los intercambios, se deben salvaguardar los actuales y potenciales vínculos entre Estados y/u organismos internacionales, por lo que los improperios y escalada verbal o escrita, deben descartarse por completo, a sabiendas de su perjudicial impacto, además de considerárselos inapropiados.

La Argentina necesita colocar sus productos, sobre todo las materias primas, altamente demandadas en el actual contexto internacional, y sirviéndose de la información proveniente del trabajo de sus representantes diplomáticos en el exterior, proveerse de una estructura productiva acorde con la demanda internacional en sus distintos rubros, que permitirán aumentar la productividad, en un camino señalado por la demanda además de la conocida oferta, adecuando el sistema productivo, incrementando el empleo, el capital que exige dicha adecuación, ingresos, ahorro e inversión, todo un círculo virtuoso. Con ello señalo que a su vez debiese realizarse una adecuación del sistema para satisfacer la demanda del mercado externo, que no sólo es de materias primas, y que nos permitirían incrementar nuestro nivel de reservas e ingreso de divisas. Por supuesto que esta consideración también comprende al sistema tributario, burocrático, tipo de cambio y otras cuestiones esenciales.

Mi conclusión es que las relaciones diplomáticas y comerciales no pueden ir por distintas vías, trascendiendo las ideologías de los gobiernos de turno de los distintos Estados que se interrelacionan y que, a través del comercio, logran, incluyendo otras instancias, propender al crecimiento y desarrollo económicos para el bienestar de sus pueblos.

Por María Belén Aramburu

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